Higos

El higo no es sólo un alimento nutritivo y reconfortante, sino un símbolo de la fertilidad y abundancia para varias culturas. Tiene un alto contenido de azúcar lo que lo hace ideal para ser la base de confituras y dulces.

Los bereberes (son las personas pertenecientes a un conjunto de etnias autóctonas del Magreb, al oeste del valle del Nilo), por ejemplo, los colocaban en sus plantaciones para propiciar una buena cosecha, y otros pueblos utilizaban el líquido lechoso que este fruto desprende al ser cortados, como ungüento contra la esterilidad y para favorecer la lactancia.

En Egipto sólo se comían luego de consagrados en ceremonias especiales, y su recolección fue inmortalizada en una de las paredes de la pirámide de Gizeh.

La Biblia lo menciona en muchos de sus pasajes, como en el Exodo, cuando se refiere la ofrenda hecha a Moisés por los cananeos, que contenía también ese dulce fruto. Dicen que era el preferido de Platón, el gran filósofo, quien seguía la tradición de no dejar de plantar una higuera en el lugar público dedicado a la reunión de los ancianos, consagrándolo a Dionisios, el dios de la renovación.

Los griegos los encontraban tan nutritivos y saludables que Galeno los aconsejaba a los atletas e Hipócrates los usaba para combatir los estados febriles. Y los romanos los utilizaban para adornar las mesas de los banquetes. 

Los higos frescos contienen cradina y son muy digestivos, mientras los secos son ideales para tonificar la salud, sirven como laxante, diurético y expectorante, y con respecto a ésto último tengo un dato muy bueno, un jarabe natural preparado a base de higos. 

Ingredientes:

10 higos secos

1/2 litro de leche de almendras

1 cucharadita de miel a gusto

Preparación: Lave bien los higos y después póngalos a cocer en la leche de almendras durante media hora (no utilice olla de aluminio). Al retirarlos del fuego se le agrega la miel. 

A la hora de la cena comerse los higos colados (colar con un filtro), que además están mezclados con la harina de las almendras.